Unos le llaman "procrastinar". Yo le llamo "posponer". Hay decisiones y acciones que se posponen porque no ha llegado el momento adecuado, pero posponer es un hábito destructivo y estresante para quienes posponen sin una razón lógica y real. Lo que tienen que hacer, pensar o decidir no lo hacen hoy, ni mañana y quién sabe si nunca. ¿Con cuáles resultados?
-Viven en continuo estrés y causan mucha tensión a quienes se afectan por su falta de acción y su indecisión.
-Pierden la oportunidad de realizar sus sueños y deseos, desde los más sencillos hasta los complejos.
-Destruyen su salud, su carrera profesional y sus relaciones familiares y de pareja.
-Ya que no actúan sobre sus intenciones, su vida se queda en intenciones que no les resuelven a ellos ni a los demás.
-Posponen porque tienen autoestima baja y miedo al riesgo de las decisiones, a cometer errores y a manejar conflictos. Pero cuando el mundo se les viene encima por haber pospuesto la decisión o la acción que debían tomar, la autoestima y la confianza en ellos mismos bajan más y más hasta llegar a la depresión y a la ansiedad.
-No saben estimar el tiempo, ni tienen concepto de fechas ni de horas límites.
-Tienden a vivir en el pasado.
-Sorprendentemente, muchos posponen porque son tan perfeccionistas que no hacen nada porque todo tiene que salir perfecto. El perfeccionismo puede ser el peor enemigo de la toma de decisiones y de la acción efectiva.
-Tienen el pensamiento desorganizado y viven entre deseos y sueños, en vez de tener un balance mental entre obligaciones y deberes, y deseos y sueños.
-Buscan demasiada información sobre las posibles decisiones o acciones que tienen que tomar, pero no hacen nada con ella.
-Su posposición sabotea todo en sus vidas.
-Para unos la posposición es un hábito en algunas áreas que, por alguna razón, evaden o ignoran. Para otros es realmente una enfermedad y lo posponen todo. En un grado menor o mayor, posponer ocasiona muchas tensiones. Lo que no hacemos se nos va acumulando hasta crearse lo que sentimos como una montaña que nos aplasta. Lo que no decidimos en el tiempo correcto nos complica la vida y se nos hace cada vez más difícil de manejar.
¿Pospones y te desesperas cuando se te une todo? ¿Todavía no tienes el hábito tan grave que lo justifiques y vivas paralizada? Si estás a tiempo, haz lo siguiente:
- Prepara 2 tipos de agendas de asuntos para resolver. En una, enumera asuntos del hogar y asuntos personales. En otra, enumera asuntos relacionados con tu trabajo.
- Asígnale a cada asunto un número, de acuerdo con la prioridad. Para hacer esto, piensa en las consecuencias, aparte del estrés, que te puede causar no hacerlas rápidamente. Si tienen fecha u hora límites, anótalas al lado.
- Si tienes que hacer llamadas a teléfonos que no tienes o ir a lugares que no conoces, busca los datos y anótalos al lado, para que cuando veas el asunto en la lista no tengas la excusa de que no lo haces porque no tienes la dirección o el teléfono.
- Aparte de las prioridades propias del asunto, haz primero lo más fácil para que veas reducirse la lista.
- Entonces ármate de valor y haz las cosas que te molestan. Sé realista: de vez en cuando tenemos que hacer cosas que no nos gustan, simplemente porque hay que hacerlas. Quítale la carga emocional y las harás más rápidamente.
- Observa los asuntos de la lista que tienen relación entre sí. Hay cosas que no puedes hacer si antes no has hecho otras de la lista. Asigna un orden y tampoco lo tomes como excusa.
- Tacha los asuntos según los resuelvas.
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