La ciencia estudia ese fenonemo increíble llamado King Kong.

El mundo conoció a King Kong, un primate de la extinta especie Gigantopithecus kong, el día 3/3/33, un número de no muy buen augurio para este monstruoso e incomprendido gorila que sufría de acromegalia, enfermedad crónica provocada por una secreción excesiva de la pituitaria, que es como se conoce a la hormona del crecimiento.

Esta bestia, amante de las bellas rubias, no contaba con un linaje literario, como los vampiros. Sin embargo consiguió, en poco tiempo, hacerse de un lugar en la cultura popular. Para conocerlo más te traemos la ciencia de King Kong:

El veneno TxVIA
El caracol cónico de la especie Conus textile es una de las criaturas más venenosas de la Tierra, digna de formar parte de la fauna de la ficticia Isla Calavera. La neurotoxina inyectada por este molusco en sus presas, mediante un diente hueco con forma de arpón, es conocida como TxVIA o, más coloquialmente, como péptido King Kong.

Un péptido es una molécula formada -al igual que una proteína, pero en menor número que esta- por una cadena de aminoácidos, 27 en el caso de este venenoso compuesto.

Uno de los hallazgos de esta investigación es que el TxVIA, inyectado en una langosta, provoca que esta se comporte de manera exageradamente dominante y más que agresiva, más o menos como el gorilón ser hollywoodense del que toma su nombre y he aquí el porqué de su bautizo.

Cuando el péptido King Kong se inyecta en caracoles de otra especie –o incluso de la misma especie, si la comida es escasa–, las víctimas pueden llegar a sufrir convulsiones periódicas y se ven imposibilitadas de retraerse a su concha; de esa manera, se convierten en presas fáciles del mortífero caracol cónico. Por cierto, este veneno le habría sido de mucha utilidad a King Kong.

Hipertrofia muscular unilateral
Pelear a brazo partido un día sí y otro también contra tiranosaurios es la causa más probable de la poderosísima musculatura del gorila favorito de la meca del cine estadounidense. Era de esperar que especialistas en medicina del deporte le dieran el sobrenombre de “brazo de King Kong” a la hipertrofia muscular unilateral, como se conoce al desarrollo desigual de los músculos de un lado de nuestro cuerpo.

Si sabemos de alguien cuyo brazo derecho parece haber sido trasplantado del de Arnold Schwarzenegger en los tiempos en que el trigésimo octavo governator de California (también en Estados Unidos) encarnaba Conan, el bárbaro mientras que su brazo izquierdo luce bastante menos atendido y un tanto desproporcionado con respecto al resto del cuerpo, no nos apresuremos a hacer juicios negativos: posiblemente, el dueño del brazo de King Kong es practicante habitual de algún deporte como el tenis y, por supuesto, no es ambidiestro.

Expresiones universales
Debemos agradecer al psicólogo Paul Ekman que las inexpresivas caras del clásico King Kong de todas las películas del siglo pasado se diferencien del polifacético King Kong de la versión de 2005.

A finales de los años setenta, Ekman y su colega W. F. Friesen desarrollaron un Sistema de Codificación Facial de Acciones que permite clasificar y describir cómo nuestra cara expresa todas las emociones conocidas (miedo, tristeza, enojo, etc.) mediante la acción de diferentes músculos.

Para hacer más realista la animación digital en el caso del King Kong del nuevo milenio los animadores se basaron en uno de los descubrimientos de Ekman: nuestras emociones son universales y no culturalmente determinadas, por lo que la cara enojada de King Kong tendría que lucir más o menos igual a la cara enojada de algún humano citadino.

Sin embargo, en lugar de capturar en la pantalla las expresiones de un humano, aplicarlas a King Kong y obtener algo parecido a una persona con una máscara de gorila, los animadores desarrollaron expresiones equivalentes sobre la cara de un gorila virtual, creado digitalmente en computadora.

Síndrome del gorila

Con este título no nos referimos a todos esos primates de la especie Homo sapiens que suelen hacerse acompañar de hembras de rubio pelaje y que exhiben, ante otros machos bestiales, conductas defensivas y completamente absurdas e irracionales.

En un texto publicado en 1998, Rey Chow, especialista en cultura, política y sociedad chinas, llamó “síndrome de King Kong” a la tendencia de los países occidentales industrializados a ver a China como un monstruo primitivo, cuyos habitantes requieren ser salvados de sus garras por los bienintencionados extranjeros.

La metáfora de Chow ha tenido un buen recibimiento por parte de sociólogos y politólogos de todo el planeta para referirse a este tipo de relación entre las democracias industrializadas de Occidente y países con sistemas de gobierno algo menos “flexibles” con sus ciudadanos, como es el caso de Corea del Norte, Irak y Birmania.


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